Mi trabajo personal

Una travesía de resiliencia

Varias veces en la vida me tuve que volver a levantar. Detrás de la coach está la resiliente.

La que pasó años de su infancia dentro casi la totalidad del día y la noche de un corset ortopédico con barras de aluminio del cuello a la cadera... para corregir la desviación de columna por una escoliosis severa. Sólo me lo quitaba para bañarme. Se trata de un modelo denominado Milwaukee (de los corset a mi entender el más difícil de llevar... he leído que casi está en desuso). Siempre recuerdo que me decían que "estaba torcida y había que enderezarme".

El uso del corset fue muy duro para mí y en la adolescencia ya no lo pude tolerar así que decidí dejarlo de usar, esto provocó que la escoliosis aumentara de manera exponencial según me explicaron y finalmente terminé en dos importantes (por no decir complejas) operaciones de columna. Las recuperaciones fueron largas, lentas y tediosas pero un día pude volver a tener «una vida normal», así decía mi médico en cada control... ya está... ahora "una vida normal".

Sus palabras me resuenan porque años después comprendí el alcance de los procesos que pasé. 

Continuaba encorsetada en mi manera de ser, en mis pensamientos, en mis estructuras, en mis miedos,  Seguía siendo la niña que miraba desde una tarima a mis compañeras de secundaria hacer su coreografía para fin de año y simplemente anotaba la representación en palabras, ya que yo no podía hacer actividad física por entonces. Miraba desde un rincón, observaba, escribía. Eso me hacía sentir muy triste, como relegada, a un lado. Lo sufrí y mucho.

En mi proceso de trabajo interior puse luz en esos recuerdos. Confieso que aún siento un nudo en la garganta cuando veo la foto de un corset milwakee por internet. Pues imágenes no conservo, primero  porque al no aceptar ese proceso no quería sacarme fotos usándolo y segundo porque en ese tiempo no había tanta tecnología y las fotos aún ser revelaban, era otro contexto.

Volviendo a la crónica... ¿Sabes qué?. Esa travesía también me dio enormes bendiciones...

Con los años, pude comenzar a aceptar. No podía cambiar ese momento (que fueron años) pero sí mirarlo de otra manera. Aprendí que había procesos y tiempos. También descubrí que esa etapa me regaló la interioridad, la profundidad, el camino interior; lo que no podía hacer moviéndome físicamente lo hacía moviéndome interiormente. Y ni hablar de la significancia de las palabras... lo que no podía expresar de una manera -bailando en el caso del ejemplo que recordaba-, sí lo podía expresar con palabras y comencé por escribir.(Ver escrito de mi arcón sobre mi historia con la escoliosis: Mi cicatriz, mi inspiración) 

La historia de la escoliosis es larga y dura pero pude resignificarla y desarrollar mi capacidad de resiliencia (capacidad de afrontar y superar las dificultades, las adversidades, las situaciones traumáticas). Y como dice la conocida frase del pintor George Braque "el arte es una herida hecha luz", pude encontrar en las palabras, la pintura, la escritura, la manera de volver luz mis cicatrices.

Con los años seguí desarrollando mi capacidad de resiliencia. 

Porque estaba «derecha» en lo físico pero seguía siendo "la torcida" a los ojos del afuera, en cuanto a muchas otras situaciones de mi vida adulta. Un divorcio traumático, relaciones amorosas marcadas por el desamor, separaciones, años paralizada mirando el pasado y arrastrando culpas...pues pensaba que si me pasaban tantas cosas debía ser mi culpa... por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, así lo vivía en la religión. También tenía profundos problemas familiares, crisis en lo profesional y de búsqueda de propósito, la vuelta a vivir con mis padres de adulta, en fin...la lista es extensa. Ni siquiera podía disfrutar de las cosas en las que que según mi entorno... sí "me iba bien" ... como los estudios. Pues mi cotidianidad estaba marcada por la autoexigencia y la necesidad constante de perfección. En este escenario, como alumna con los mejores promedios... el nueve cincuenta me frustraba. Claramente, con tanto dolor en mi interior, nada externo alcanzaba para hacerme sentir bien conmigo misma.

Por supuesto que hoy continuó afrontando desafíos y aprendizajes pero con la mochila más liviana del ayer, haciendo mis procesos sin tanto sufrimiento, culpas, cargas. Con más armonía y paz interior.


Lo que me define hoy...

Las palabras y pensamientos positivos fueron fundamentales en mi proceso de trabajo interior para volver a confiar en mí, para no darme por vencida, para secarme las lágrimas y volver a empezar. Transformarme fue el camino y llevó décadas. Hoy estoy comenzando otra vez. Una nueva etapa... como dije antes... más liviana de cargas. Me volví a enamorar. Comencé una nueva profesión. Me mudé, etc. Nuevos hábitos, relaciones, perspectivas, pensamientos, palabras. Hoy puedo redefinirme como:

  • Esa persona que cambió la mochila de las experiencias dolorosas y difíciles por un libro de apuntes con las lecciones aprendidas y un cuaderno en blanco para comenzar un nuevo capítulo
  • Esa persona que ha construido un lugar nuevo para ella.
  • Esa persona que brinda a los demás lo que ha aprendido para ayudarlos en sus caminos y propósitos.
  • Esa persona que cumple los sueños que ha sostenido por tanto tiempo.
  • Esa persona que tras muchos derroteros, laberintos, esperas...por fin se encontró.